Dos, colgados como perchas en un armario vacío.
Dos, abrigos a merced de los inviernos claros
Que se confunden con teatros en primavera.
No hay rastro de escarmientos en los cajones…
Solo calcetines desparejados,
Y algunos recuerdos de la noche del último martes.
Dos, ramas barnizadas nadando en un rio de agua salada.
Dos, psicópatas medicados a base de Apiretal.
Dos, álguienes sin apellido en la cartilla de racionamiento,
Sin membrana que encierre la semilla de lo incierto…
Sin nítido objetivo final.
Dos, extrañados extraños a la deriva del nordeste.
La racionalidad es para idiotas… piensan dos.
Y para idioteces, siempre -siempre- hay horas en los inviernos primaverales.